martes, 19 de febrero de 2013

Bienvenida


Querido lector:

Bienvenido a mi isla. Aunque por naturaleza aislado, el pequeño territorio del Pensador Insular pertenece a un archipiélago compuesto por cientos de pequeñas islas, muchas de las cuales permanecen, hasta el día de hoy, sin descubrir. Por este motivo, si al leer las descripciones que (más adelante) haga de mi isla, se percata de que su hogar forma parte del conjunto isleño que aloja al mío, le extiendo la más cordial invitación a que transite por estos arenosos terrenos como si fueran suyos.

En caso de que tenga la sospecha de que compartimos archipiélago, pero no quisiera arriesgarse a emitir un juicio del que no está seguro, me permito sosegar su ánimo manifestándole mi firme propósito de aceptar visitantes provenientes de otros grupos insulares.

Por otro lado, si considera que su hábitat dista de ser el propio de una región circundada por agua a lo largo y ancho de su perímetro, le manifiesto mi compromiso de disponer la cosas de tal modo que disfrute de una estadía cómoda y cálida. No es necesario proceder de islotes, cayos, atolones u otras variantes afines para ser aceptado en este lugar. El único requisito es ostentar la conducta amigable e inclusiva del insulano.

Acostumbrado a vivir en soledad, el insulano busca el delicado equilibrio entre distancia e intimidad. Convencido de que estar cerca de alguien no es sinónimo de cercanía, y sospechando que el abismo entre las almas es aún más infranqueable que el imponente océano que separa su isla del resto del mundo, lo único que le queda a este singular personaje es la esperanza de compartir con alguien, en algún lugar, algún día, los profundos misterios evocados por los atardeceres carmesí que sólo en su peculiar paraje pueden presenciarse.

Considérense los textos de este sitio mensajes en botellas arrojados al impredecible mar del destino con la esperanza de encontrar a otros pensadores deseosos de entablar diálogos, y salvar, aunque sea en pequeñísima medida, las infinitas aguas que parecen separarnos irremediablemente.

Atentamente,

El Pensador Insular



 

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